Comer se ha vuelto un acto mecánico, que hacemos en piloto automático y, muchas veces, con demasiada prisa, lo que no nos permite disfrutar y concentrarnos en lo que ingerimos. Por eso, la idea de este tipo de meditación es dirigir nuestra conciencia plena hacia las emociones que nos evoca cada textura o aroma y a lo percibimos a través de los sentidos. Te aconsejamos analizar tu comida, su forma, colores, texturas y a la temperatura que percibes solo con verla. Luego, intenta narrar en tu mente las acciones que realizas mientras almuerzas, como por ejemplo: “estoy sentada a punto de comer este pedazo de pan”.
Conéctate con todos los aromas y sabores e intenta descifrar los ingredientes que no se ven, pero están ahí. Mastica despacio e imagina cómo van funcionando los músculos de tu cara y de tu cuerpo. Además, puedes intentar descubrir qué te hace sentir el sabor o qué emociones afloran.